Reportaje

Así es el club de millonarios de Vladimir Putin

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Así es el club de millonarios de Vladimir Putin

Todos los integrantes del club de millonarios de Putin saben que la condición para continuar siendo ricos es permanecer como esclavos del líder del Kremlin sin llevar la contraria y sumisos ante sus decisiones.

Redacción | Primer Informe

En Rusia hay una agrupación de oligarcas, magnates y poderosos a los que no todos tienen acceso. Este es un club de millonarios al servicio de Vladimir Putin que tienen clara su posición: no contradecir ni cuestionar al jefe del Kremlin. 

Este club de millonarios está integrado por los amigos más cercanos y colaboradores más leales a Vladimir Putin, la mayoría de su época de San Petersburgo.

Más que la meritocracia, para el líder ruso es mucho más importante la confianza y la fidelidad, por eso ha ido entregando a personas de su círculo, las empresas estatales o favorecido su entrada en las privadas, en Rusia no serían nada sin el beneplácito del Kremlin.

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¿Quiénes integran el club de millonarios rusos?

Este club de millonarios está integrado por los hombres de Putin.

Para algunos representan algo así como “el Gobierno en la sombra” del país, una mezcla entre magnates y antiguos oficiales de seguridad (los conocidos como siloviki) forjados en la misma cantera de los servicios de inteligencia que el líder ruso. 

Los magnates manejan el dinero, pero jamás olvidan que están subordinados al hombre que, hoy, garantiza su presencia.

Personas como Igor Sechin (Rosneft); los hermanos Boris y Arkadi Rotenberg y Gennady Timchenko, amigos de juventud de Putin y compañeros de judo; Yuri Kovalchuk (Rossiya Bank), de la pandilla política de San Petersburgo

También Yevgeny Prigozhin, empresario de la restauración conocido como “el chef de Putin” y acusado de estar tras las granjas de trolls que interfirieron en las elecciones de EEUU de 2016.

Asimismo, está la empresa de mercenarios Wagner, que ha intervenido en Siria, Ucrania, Venezuela o República Centroafricana para defender los intereses oficiosos del Kremlin. 

Son hombres que han aprendido el beneficio de hacer favores a Putin y hablan su lenguaje y no el de los oligarcas, como Oleg Deripaska (Rusal), Viktor Vekselberg (Renova) o Alexéi Mordashov (Severstal).

Del histórico grupo de los originales, jóvenes banqueros y tiburones que con el derrumbe de la URSS se apropiaron de los activos estatales y usaron sus finanzas para ayudar a Borís Yeltsin a ser reelegido a cambio de más dinero y poder, quedan solo un par. 

Putin, también impulsado por esos siloviki que ya en la época de Yeltsin, ocultos, fueron capturando los activos estatales y desplazando a otros tiburones, insiste en que ya no hay oligarcas en Rusia. 

Pero aunque los mecanismos han cambiado, la base sigue siendo la misma en todos los sectores clave del Estado, apunta el analista Andréi Kolésnikov. 

“Gran parte del Gobierno de Rusia y su mecanismo de gestión económica podrían fácilmente denominarse Ministerio de Industria Oligárquica”, ironiza el experto, según detalla la nota de El País de España. 

De 1994 a 2000, cuando Putin llegó al poder, describe Catherine Belton en su potente libro Putin’s People, Rusia era una oligarquía. Hoy, dice la periodista, que describe el sistema como un “capitalismo híbrido del KGB”, Rusia no tiene oligarcas sino “sirvientes ricos” de Putin y sus servicios secretos (FSB).

Algunos de los integrantes del club de millonarios

Arkadi Rotenberg, el rey de las concesiones estatales. Maneja una fortuna de unos 2.900 millones de dólares, según Forbes. El magnate, de 69 años, es, junto a su hermano Boris, uno de los amigos más antiguos de Putin.

En la infancia fue su compañero de entrenamiento de judo y sambo. A finales de la década de los dos mil, Rotenberg se convirtió en propietario de SGM Group y Mostotrest, compañías que hoy son dos de las mayores contratistas de la construcción de Rusia. 

Solo en 2015, Rotenberg ganó contratos gubernamentales por valor de 9.000 millones de dólares.

También se hizo cargo de la concesión del puente que une Rusia con la península de Ucrania de Crimea —que Moscú se anexionó ilegalmente en 2014— cuando ningún otro empresario dio un paso adelante por el costoso proyecto. 

La fidelidad de Rotenberg se puso de manifiesto cuando este año cuando volvió a la luz por una pelicula producida por el opositor Alexéi Navalni, el cuestionado palacio en el Mar Negro presuntamente propiedad de Vladimir Putin.

Con la cabeza gacha, su antiguo sparring de judo, aseguró en una entrevista en la televisión estatal que el palacio es suyo. 

El magnate, que además preside la Federación Rusa de Hockey sobre Hielo, un deporte muy importante para Putin, está, como otros miembros del círculo más estrecho del líder ruso, bajo las sanciones estadounidenses.

Alexéi Miller, el magnate de la energía rusa. El oligarca, de 59 años, es el presidente de Gazprom, la gran compañía gasista estatal, y tiene una sólida posición en la vertical del poder de Putin: ocupa el puesto desde 2001. 

La relación con el líder surgió en su época de San Petersburgo, cuando aún se llamaba Leningrado, y Miller, que formaba parte de un grupo de jóvenes economistas-reformadores, se unió a un comité del Ayuntamiento encabezado por Putin. 

Allí, supervisó grandes proyectos de inversión y demostró su lealtad personal al hoy jefe del Kremlin.

Durante su gestión, la compañía ha protagonizado una amplia expansión internacional. Se cree que Miller es también el responsable de la apuesta por los patrocinios deportivos que Gazprom ha mantenido en los últimos años y que ha influido en que Rusia consiguiera la organización del Mundial de Fútbol en 2018.

Igor Sechin, el oligarca en jefe de Rusia. Antiguo traductor militar en Angola, trabajó con Putin en la antigua capital imperial. Hoy es el máximo responsable de Rosneft, la petrolera estatal, una de las mayores productoras mundiales de crudo. 

Sechin, de 60 años, considerado uno de los siloviki que apuntala a Putin, ha ocupado también cargos en el Gobierno del líder ruso sin detenerse siquiera en el concepto de “puerta giratoria”. 

Bajo su mano, el Estado recuperó muchos de los activos de la industria, como Sibneft, que Roman Abramovich vendió a Gazprom, o los activos de Yukos, la empresa de Jodorkovski, que fueron a parar a Rosneft. 

Además, diseñó un esquema por el cual la mayoría de las exportaciones rusas quedaron bajo el control de otro amigo leal de Vladimir Putin, Gennady Timchenko, hoy el sexto hombre más rico de Rusia, según los cálculos de Forbes, con participaciones en la compañía de gas Novatek y el productor petroquímico Sibur Holding. 

Sechin, también sancionado por EE UU, es en la actualidad el guardián del activo corporativo más valioso del Kremlin.

Yuri Kovalchuk, el cajero no oficial del Kremlin. Principal accionista de Bank Rossiya, también controla el mayor grupo de medios de Rusia, National Media Group. 

El Departamento del Tesoro de Estados Unidos, que le ha puesto en su lista de sanciones, le denominó “el banquero personal de los altos funcionarios de Rusia, incluido Putin”. 

Kovalchuk, de 69 años, ya trabajó junto a él en San Petersburgo cuando el líder ruso fue teniente de alcalde; además eran vecinos de dacha. 

El magnate, que también tiene una compañía de seguros y controla la cuarta operadora de telefonía móvil del país, Tele2, tiene una fortuna de unos 3.300 millones de dólares, según Forbes.

 

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